"El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna"
La fiesta litúrgica que celebramos el día de hoy, nos regala este pasaje evangélico en el que Jesús nos da un desarrollo o profundización de su mandamiento del amor: amar al prójimo significa entonces negarse a sí mismo, significa morir a sí mismo para entregarse a los demás. El mejor ejemplo de esto lo podemos ver en la cruz de Jesús, donde todo nos recuerda su amor por nosotros; pero también es visible en aquellos que a lo largo de los años han dado también su vida por el Reino de los Cielos, como es el caso de San Lorenzo Diácono.
Que su intercesión alcance para nosotros la fortaleza de Dios para entregarnos cada día a su Reino y al servicio de los hermanos.
